En América Latina, hablar de propiedad industrial sigue sonando a tecnicismo legal. Muchos empresarios aún la ven como un gasto innecesario o como un trámite que puede dejarse para después, nada más lejos de la realidad. En un mercado tan competitivo como el actual, donde cada marca lucha por destacarse y cada innovación puede ser copiada en cuestión de días, proteger los activos intangibles se ha vuelto una necesidad estratégica.
La propiedad industrial es decir, el conjunto de derechos que protege marcas, patentes, diseños industriales y modelos de utilidad no es un lujo reservado para grandes corporaciones, es una herramienta que puede y debe ser utilizada por pequeñas y medianas empresas que buscan crecer, diferenciarse y proyectarse regional o globalmente. Tomemos el ejemplo de las marcas. Una marca no es solo un nombre bonito ni un logo atractivo, es un activo comercial que representa confianza, trayectoria y reputación. En países como Colombia, registrar una marca puede marcar la diferencia entre mantenerse informal o acceder a financiamiento, licencias, franquicias o comercio electrónico seguro.
¿Estás protegiendo lo que realmente le da valor a tu empresa: tu marca, tus ideas y tu diseño?
Sin marca registrada, incluso el negocio más exitoso puede estar construyendo sobre arena, algo similar ocurre con las patentes y los modelos de utilidad. Muchas pymes latinoamericanas desarrollan soluciones técnicas ingeniosas, pero no las protegen. Ya sea por desconocimiento o por pensar que “eso no se patenta”, pierden la oportunidad de blindar su ventaja competitiva.
¿Cuántas innovaciones en tu negocio podrían patentarse o registrarse como modelos de utilidad y aún no lo has considerado?
A veces, no hace falta inventar el siguiente satélite: basta con mejorar un proceso, una herramienta o un sistema. Para eso existen los modelos de utilidad, especialmente relevantes en sectores como agroindustria, manufactura o energías limpias. Y qué decir de los diseños industriales. En un mundo de sobreoferta, el aspecto visual de un producto puede ser decisivo, si una botella, una lámpara o un empaque tiene un diseño distintivo, vale la pena protegerlo. El registro del diseño impide que otros copien la forma, y da al empresario la tranquilidad de saber que su inversión en estética no se diluirá en el anonimato, claro que la protección legal no lo es todo, también es necesario entender que la propiedad industrial es un proceso dinámico, no basta con registrar y olvidar. Las empresas deben auditar periódicamente sus activos intangibles, revisar si están protegidas sus marcas nuevas, si hay innovaciones técnicas que puedan patentarse o si los diseños visuales del negocio han evolucionado.
¿Ves la propiedad industrial como un gasto o como una inversión estratégica para crecer y competir?
Colombia ha avanzado bastante en este terreno. Ambas naciones cuentan con tratados internacionales vigentes, oficinas modernas (SIC) y programas de digitalización que facilitan el acceso a estos derechos. Pero queda un reto cultural: lograr que el empresario latinoamericano vea en la propiedad industrial no solo una protección, sino una inversión en su competitividad. Hoy, más que nunca, competir con propiedad significa competir con estrategia, porque en esta nueva economía, lo que no se protege, se pierde, y lo que se protege inteligentemente, se multiplica.
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